El pasado octubre, durante una hora, la totalidad de los 1305 megavatios (MW) consumidos en el Estado de Australia del Sur , 1,7 millones de habitantes, provino de generación solar. Las 288.000 instalaciones fotovoltaicas en tejados, muestra paradigmática de generación distribuida , proporcionaron el 76% (992 MW), casi igual que la central nuclear de Ascó II. Lo hicieron posible las nuevas tecnologías de generación y almacenamiento y las de información y comunicación, todas ellas tributarias de la revolución digital.
*** Escrito por Enric R. Bartlett Castellà, profesor de Derecho Público en ESADE.
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Al conectarse directamente a la red de distribución (baja y media tensión) en lugar de, primero, a la de transporte (alta tensión) la energía recorre menos distancia entre producción y consumo y se reducen las pérdidas en la red que pagan los consumidores. La generación centralizada, sin embargo, tiene menores costes de producción, por escala y por poder emplazarse donde la energía primaria es más barata y, además, facilita la gestión para el operador del sistema eléctrico que tiene que coordinar muchos menos activos.
Al agregar la generación distribuida de diversos pequeños productores, éstos alcanzan la escala suficiente para participar en los mercados de flexibilidad de la demanda. Un análisis de esta actividad colaborativa, arroja un balance claramente positivo tanto ambientalmente (se prima la eficiencia, no la producción) como económico (los consumidores obtienen ingresos) y de innovación que propicia nuevos modelos de negocio generadores de empleo.
Tenemos ejemplos cercanos. En Alemania, durante cinco días de septiembre de 2020, ¾ de la electricidad producida fue de origen renovable y su componente principal el solar fotovoltaico en tejados, conectado a la red de distribución.
En nuestro país, en cambio, consecuencia de nuestra regulación, en julio 2019, menos del 17% de la potencia de proyectos solares con autorización solicitada, y del 25% de los eólicos, preveía conectarse a la red de distribución.
La estabilidad del sistema eléctrico como prioridad del operador del mismo, justifica su cautela en las innovaciones que permite. Una cautela que debe acompañar de una motivación esmerada de sus decisiones, para despejar cualquier atisbo de priorizar la red de transporte, dada su condición, también, de transportista único. Pero hay otras barreras.
El marco retributivo de las redes eléctricas privilegia la generación centralizada: no paga peaje y la energía que vende se mide en barras de central, sin contabilizar pérdidas por transporte. El precio de la energía primaria es uno de los pocos factores económicos que debe considerar, pues las inversiones inducidas en instalar redes y su mantenimiento, son externalidades que no soporta. Sin embargo, en la generación distribuida, el productor que también es consumidor, sí debe pagar por utilizar la red.
La Circular 6/2019 de Retribución de la Distribución, introdujo una componente que valora las inversiones en digitalización, imprescindibles para que los servicios de flexibilidad operen. No obstante, al no prever un incentivo específico a la utilización de la flexibilidad, las inversiones orientadas a gestionar picos de demanda pueden consistir en más cable y más grueso, modo en que se vienen resolviendo los picos de demanda desde que Edison suministraba 400 bombillas, en 1871, con la central de Pearl Street.
Agregar producciones y consumos permite a los usuarios participar en los mercados eléctricos y obtener ingresos, tal como pretenden las directivas y reglamentos europeos; pero requiere que devengan consumidores activos: que inviertan en activos distribuidos, autoconsumo y baterías, y de gestión de la demanda. Las denominadas comunidades energéticas, cuyo apoderamiento estudia el gobierno estatal, lo promoverán; pero su éxito dependerá de las señales de precios. Por ejemplo, que los peajes a pagar no privilegiaran la generación centralizada y que su cálculo pondere más la energía consumida (término de energía) ahora en una relación de 1 a 3 respecto de la que se puede llegar a demandar (término de potencia).
La digitalización es la clave para lograr un sistema energético flexible y sostenible que beneficie a los consumidores e impulse la transición energética al menor coste. La regulación, ha de impulsarla.
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