La banda ancha ultrarrápida tiene su Meca particular: Corea del Sur. Nadie se atreve a discutir su liderazgo tecnológico. Aunque Corea del Sur es un patio muy particular.
La reciente llegada de los teléfonos inteligentes a este mercado ha desatado lo que algunos medios denominan la batalla del smartphone. Una polémica que comenzó en la regulación para terminar… en la regulación. Pero como los reguladores tenemos poco sex appeal, y queremos que sigáis leyendo el post, os diremos que los principales protagonistas de esta historia se llaman iPhone y Blackberry.
Posiblemente Corea del Sur registre junto a Japón el mayor número de geeks por kilómetro cuadrado del mundo. O quizás sólo sea un estereotipo que nos hemos formado viendo las imágenes de jóvenes mirando la TV en sus móviles. Lo cierto es que antes de la llegada del iPhone a Corea (en noviembre del año pasado) el mercado de los smartphones en este país era casi inexistente.
Resulta curioso que en un lugar supuestamente abarrotado de early adopters las ventas de teléfonos inteligentes no despegaran y extraordinariamente raro que un país que ama la electrónica no contara con el iPhone entre su oferta hasta noviembre de 2009 (o la BlackBerry Bold hasta julio de 2009). La respuesta a la primera cuestión es que no existían plataformas de aplicaciones atractivas y que este tipo de dispositivos resultaban excesivamente caros para un tipo de usuario acostumbrado a los terminales subsidiados. La segunda razón tiene mucho que ver con la regulación y el férreo control que las autoridades coreanas pueden tener sobre la fabricación de dispositivos electrónicos, uno de los pilares de su economía.
La industria del móvil coreana poseía hasta abril de 2009 un estándar propio denominado WIPI (Wireles Internet Platform for Interoperability) que permitía la interoperabilidad entre los proveedores de contenidos y al que todos los operadores debían acogerse para ofrecer aplicaciones. Pero lo que para un fabricante u operador local aparecía como una simple regla común, para una compañía extranjera se convertía en una barrera de entrada, ya que no estaban dispuestos a desarrollar una determinada plataforma sólo para un país o aceptar un estándar que no permitiera el mismo nivel de aplicaciones que, con éxito, se desarrollaban para el resto del mundo. Si a ello le sumamos que Nokia, Apple o RIM son competidores directos de gigantes como Samsung o LG las suspicacias de proteccionismo hacia su industria se disparan.
Pero a finales de 2008 el regulador surcoreano (KCC) anunció el fin del WIPI y abrió las puertas a los fabricantes extranjeros. Los operadores coreanos, conscientes del potencial de los smartphones, los incluyeron rápidamente en su oferta comercial como gancho para captar clientes. La estrategia la conocemos muy bien: como en España, una gran parte de los terminales están subsidiados por los operadores.
La batalla del smartphone comenzó a librarse de inmediato, primero con el aterrizaje de la Blackberry y luego con la llegada del iPhone. Hasta aquí ningún contratiempo, más que los propios quebraderos de cabeza que una mayor competencia suele generar en las compañías. Pero a medida que nos adentramos en 2010, los smartphones vuelven a estar en el centro de la polémica.
¿Pero esta historia no terminaba en la regulación?
Hace escasamente un mes, un informe de la compañía Akamai apuntaba al móvil de Apple como el culpable de la supuesta pérdida en los niveles de conectividad debido a la saturación de las redes móviles en Corea de Sur. Este informe, que generó bastante controversia en la Red, fue un aperitivo de lo que llegó la semana pasada.
El regulador surcoreano (KCC) anunció a el pasado 14 de mayo que imponía un límite en el gasto en marketing de las compañías (el 22% de sus ingresos brutos en el conjunto de la actividad fija y móvil). El objetivo de esta medida, según el propio regulador, es mejorar las cuestas de resultados de los operadores, aunque una medida tan intervencionista ha hecho levantar de nuevo las suspicacias.
Dentro de lo que las compañías contabilizan como gastos de marketing figuran los subsidios a los terminales. A pesar de la que los operadores reconocen que sus gastos se han disparado con la llegada de los smartphone que ha provocado una competencia feroz entre los operadores, a nadie se le escapa que las compañías van a vender menos iPhones o Blackberrys si se ven obligados a subir el precio para el usuario de estos aparatos. Además, la decisión puede favorecer a las compañías más grandes, que podrán disponer de presupuestos de marketing más jugosos.
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