Internet, el móvil y las redes sociales han terminado por hacer realidad el conocido slogan de Nokia. Pero el dospuntocerismo imperante puede que el día de mañana sea visto como un simple juego de niños si tenemos en cuenta lo que se avecina.
La nueva era de las comunicaciones es la del Internet of Things, la Internet de las Cosas o de los objetos.
El término o concepto de Internet of things fue inventado por el MIT en 1999. La popularización de Internet y los avances en los servicios de telecomunicaciones sitúan cada vez más cerca la posibilidad de que todo esté conectado.
Tradicionalmente se ha asociado Internet y la conectividad en general con los ordenadores. La telefonía móvil y las redes sociales han incrementado de forma exponencial las posibilidades de interacción entre personas, con efectos más que visibles en las relaciones personales y en los negocios. Sin embargo, estamos rodeados de objetos que nos acompañan en nuestra vida cotidiana que siguen actuando de forma autónoma, aislada y casi siempre empujados por una orden individualizada y externa. Simples máquinas cuya interacción termina en el enchufe de la corriente eléctrica.
La Internet de las Cosas pasa por marcar todos esos objetos inanimados con una etiqueta electrónica equipada identificación por radiofrecuencia (RFID, en sus siglas en inglés). Las cosas adquiren automáticamente una especie de alma de silicio que no sólo les identifica, también les permite comunicarse con otros (objetos, personas, ordenadores…), asignarles determinada información o tarea y abrirles la puerta del ciberespacio.
Antes de continuar, mensaje para escépticos, nostálgicos geek y otros amantes del vintage: un informe de la ITU fechado en 2005 deja claro que nada de esto es ciencia ficción, ni mucho menos una milonga de las grandes empresas para cobrarnos más por nuestra banda ancha, está fundamentado en tecnologías sólidas ya presentes, como la radiofrecuencia, y en la posibilidad que ofrecen la redes que hemos creado y las que estamos a punto de disfrutar.
Nada mejor para ilustrar de qué estamos hablando que el siguiente vídeo. Aunque se trata de un producto comercial, creemos que ilustra muy bien las aplicaciones de la RFID a las cosas que hacemos en nuestra vida cotidiana.
[youtube=http://www.youtube.com/watch?v=NruxD1ZDdig]
Las empresas de logística hace años que descubrieron el potencial del RFDI. Estas etiquetas permiten la trazabilidad de los productos y un control exhaustivo de los stocks. Pero las aplicaciones son muchas: tráfico, geolocalización, seguridad, sanidad, transacciones monetarias, sanidad…
Sin embargo no queremos hablar tanto de la tecnología RFDI (encontraréis por ahí información absolutamente ma–ra–vi–llo-sa sobre esta tecnología) como del profundo cambio de modelo y las implicaciones sociales que lleva consigo.
Society and ubiquity
Uno de las primeras cuestiones que surgen cuando se habla del Internet of Things es el concepto de sociedad ubicua: todo es trazable, todo es localizable y todo esta conectado entre sí: “Al parecer la próxima etapa de las comunicaciones ‘ininterrumpidas’ será el surgimiento de nuevas tecnologías y redes ubicuas, tales como la tecnología de identificación por frecuencias radioeléctricas (RFID, radio frequency identification), las cuales auguran un mundo de dispositivos interconectados que ofrecen información y contenidos a los usuarios, cuya localización ya no está limitada”, sostiene un informe de la ITU publicado en 2005.
Aunque tecnológicamente ya es posible dotar de alma a los objetos, según la ITU existen ciertos condicionantes que actúan como barreras para alcanzar esa sociedad ubicua. El primero de ellos tiene que ver con la estandarización y el coste del etiquetado, ya que para alcanzar ese objetivo haría falta una implicación absolutamente de todos los sectores, incluidas las administraciones públicas y los organismos internacionales. Otro estaría vinculado con el tráfico de información: así, para poder llegar a conectar cualquier objeto o cosa con el resto hacen falta redes que soporten el tráfico. El tercer problema a solucionar (o con grandes posibilidades de mejorar) sería la miniaturización tanto de las etiquetas como de los objetos a identificar, por lo que los avances en nanotecnología pueden tener un efecto directo. También son necesarias mejoras en la tecnología de los sensores y que éstos sean capaces no sólo de leer etiquetas, sino también de detectar cambios en el estado físico de esos objetos. Al final, los sensores son la correa de transmisión entre las etiquetas (las cosas) y la Red. “Solo la combinación de todos esos avances hará posible la creación del Internet of Things”, apunta el estudio de este organismo.
La privacidad, el reto
No obstante, el mayor reto para conseguir esa sociedad ubicua no es el tecnológico, sino la privacidad, la protección de los consumidores y de los datos, en definitiva la propia intimidad de las personas. ¿qué pasará cuando las cosas que nos rodean tengan la capacidad de reconocernos, localizarnos, sugerirnos, hablarnos, incluso olernos, o detectar cambios en nuestra conducta? ¿Dónde está el límite entre el reconocimiento de los datos (la detección) y el consentimiento de que toda esa información pueda estar al alcance de todo el mundo? ¿quién controla a los controladores de la información?
La gobernanza de un mundo ubicuo, hiperconectado, y sus consecuencias económicas y sociales ya han dado fruto a multitud de espacios de debate. Y en todos ellos la seguridad ocupa el centro.
Esta preocupación por la seguridad se ha trasladado también a la sociedad civil, y existen ya algunas iniciativas enfocadas a alertar a los consumidores de los supuestos peligros de esa sociedad tageada con RFID.
La propia ITU, aunque reconoce que la Internet of Things tiene efectos positivos en muchas áreas, no esconde que la privacidad es el freno más importante hacia esa sociedad ubicua.
“Public concerns and active campaigns by consumers have already hampered commercial trials of RFID by two well-known retailers. To promote a more widespread adoption of the technologies underlying the Internet of Things, principles of informed consent, data confidentiality and security must be safeguarded. Moreover, protecting privacy must not be limited to technical solutions, but encompass regulatory, market-based and socio-ethical considerations (Figure 5). Unless there are concerted efforts involving all government, civil society and private sector players to protect these values, the development of the Internet of Things will be hampered if not prevented. It is only through awareness of these technological advances, and the challenges they present, that we can seize the future benefits of a fair and user-centric Internet of Things.
Aunque si queremos saber qué es grano y qué es paja en esto de la Internet de las Cosas, siempre podemos consultar el oráculo del nuevo milenio.
Otras entradas y links sobre este asunto que nos han llamado la atención:
5 Companies Building the «Internet of Things»
The Tweeting House: Twitter + Internet of Things
Violet. net
Los albores de una nueva era
Real Time Cities, or Just Info Porn?
bufff…. después de leer este artículo ya me quedo más traqnuilo¡¡¡¡ «La popularización de Internet y los avances en los servicios de telecomunicaciones sitúan cada vez más cerca la posibilidad de que todo esté conectado.»
Viviendo en el medio rural ya se que de aqui en adelante estaré cada vez más «out» y menos «in». espectacular. 🙁
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