Flores metálicas en los tejados. Foto cortesía de Cristiano de Jesús

Flores metálicas en los tejados. Foto cortesía de Cristiano de Jesús

Los mercados de telecomunicaciones y su regulación llevan aparejados, en muchas ocasiones, conceptos difíciles de explicar y de comprender para la mayoría de usuarios. Pero hechos tan cotidianos como navegar por Internet, hablar por teléfono o ver la televisión son el resultado final de complejas actividades y negocios mayoristas que terminan justo en la roseta del teléfono o el cable de la antena del televisor

Aprovechando que la CMT acaba de publicar el proyecto de medida del mercado del servicio portador de difusión de la señal audiovisual (antiguo mercado 18) queremos dedicar dos entradas de este blog a explicar una de las actividades mayoristas menos conocidas de las telecomunicaciones: los servicios audiovisuales.

¿Qué son? ¿Cómo funcionan? ¿Cuál es la cadena de valor de estos servicios?

Esta primera entrada es un introducción al esquema general de funcionamiento de los servicicios audivisuales. En otra posterior os explicaremos cómo funcionan y cómo están regulados los servicios de coubicación e interconexión en los centros emisores de TV.

De acuerdo con el marco regulador de las comunicaciones electrónicas, los contenidos audiovisuales y su control editorial no forman parte del sector, y por lo tanto no constituyen una competencia de la CMT. Sin embargo, el transporte de las señales a través de redes de comunicaciones electrónicas sí es un servicio de comunicaciones electrónicas y está regulado. Esas señales se pueden transmitir y difundir mediante redes de telecomunicaciones, con lo que están íntimamente ligadas a las telecomunicaciones en su sentido clásico, las cuales proporcionan los canales necesarios para la venta de estos servicios.

El Informe Anual de 2002 definió los servicios audiovisuales como «todos aquellos que consisten en la puesta a disposición del público de contenidos audiovisuales mediante servicios de telecomunicaciones como canal de distribución (se excluye, por ejemplo, el cine exhibido en salas abiertas al público)». ¿Aún demasiado difícil de entender?

Veamos el siguiente gráfico para comprender cómo esta compuesta la cadena de valor de este mercado.

Cadena de valor del servicio audiovisual

Cadena de valor del servicio audiovisual

El la cúspide de la pirámide están los creadores del contenido, las cadenas de televisión (o las productoras) que elaboran productos audiovisuales y luego los empaquetan para ser emitidos. En la base nos encontramos con los anunciantes y los telespectadores, o abonados si se trata de televisiones de pago, que además constituyen dos mercados separados condicionados por sus respectivas fuentes de ingresos principales: el primero, la publicidad y el segundo, las cuotas de abono. Entre estos dos universos, y acotados en el gráfico por dos líneas discontinuas, nos encontramos con el «mercado del servicio portador de difusión de la señal audiovisual».

Lo que comúnmente conocemos como canales de televisión, las televisiones, sociedades concesionarias que emiten por ondas terrestres, ya sea a nivel estatal, autonómico o local, requieren de una red de telecomunicaciones que les permita llegar a esos usuarios finales. Asimismo, afrontan una determinada regulación en tanto que prestan un servicio público esencial como es la difusión de televisión.

Si descendemos en la cadena de valor desde la punta de la pirámide nos encontramos primero con los servicios portadores de la señal de televisión, empresas que se dedican  a hacer llegar esas señales por diferentes vías o redes de telecomunicaciones: las ondas terrestres -tradicionalmente asociadas a la transmisión en abierto, aunque podrían producirse cambios en el modelo de negocio, como ya ha ocurrido en algunos países de la UE-, el satélite y el cable -relacionadas con las plataformas de pago- y la televisión sobre IP -a través del par de cobre o la fibra óptica-.

Una quinta opción de transporte (no presente en el gráfico) serían las plataformas de televisión en movilidad, todavía incipientes en España, cuya transmisión de señales posee características similares a la difusión de la TDT, si bien las características de los dispositivos de recepción (movilidad, inferior tamaño de las antenas) hacen necesaria la presencia de redes de mayor densidad en cuanto al número de centros emisores.

Como veréis en la siguiente tabla, las plataformas de acceso a los servicios audiovisuales varían de manera notable en los diferentes países europeos, algo que ya os contamos en un post anterior.

tabla-plataformas-de-acceso

Teniendo en cuenta el todavía alto grado de penetración de las ondas terrestres (analógico o digital) en España, nos parece que puede ser interesante explicar cómo está compuesta su cadena de transporte y difusión, particularmente la de la TDT, teniendo en cuenta que el apagón analógico está a la vuelta de la esquina.

cadena de transporte y difusión de la TDT

Cadena de transporte y difusión de la TDT

La emisión de la señal audiovisual comienza en los centros de producción, donde se codifica el vídeo y el audio (y a veces datos asociados). A través de una red de recogida (también conocida como red de contribución), que suele consistir en una conexión punto a punto de fibra óptica, se lleva esta señal hasta la cabecera de red, un centro de telecomunicaciones en el que comenzará la distribución de la señal. En la cabecera de red se llevan a cabo varias actuaciones técnicas, entre las que destaca la multiplexación o unión de las señales recibidas para conformar el múltiple digital, en el que caben al menos cuatro señales o canales digitales.

Desde la cabecera de red hay que establecer un enlace hasta los centros de difusión, es decir, la parte final del transporte, unas enormes estaciones que entregarán las señalas a las antenas de nuestras televisiones. Este enlace o enlaces sólo son posibles a través de una red de distribución, que puede utilizar el satélite, las ondas terrestres, la fibra óptica, o una combinación de todos ellos.

La señal, en forma ya de múltiple digital, viaja a través de la red de distribución hasta llegar a los centros emisores o de difusión. A los pies de estos últimos se encuentran unas instalaciones que recogen las señales de la red de transporte y la pasan de nuevo por un filtro de conmutadores y transmisores, que preparan los múltiples digitales para su emisión en radiofrecuencia, enviándolos a lo alto de las torres, donde se ubican las antenas o sistemas radiantes. Finalmente, éstos emiten las ondas electromagnéticas que serán recogidas por las antenas situadas en las azoteas de nuestras casas y edificios y podremos encender el televisor.

A pesar de que en cada uno de los enlaces de la cadena puede intervenir una empresa diferente, es en los sistemas radiantes donde se producen los cuellos de botella y donde los operadores alternativos pueden colocar sus equipos para proceder a la interconexión.

En el post siguiente os explicaremos qué diferencia hay entre la interconexión y la coubicación, y cómo estas grandes antenas que conforman la red de difusión (centros emisores) reciben la señal y la transforman para luego poder ser emitida. Asimismo, os hablaremos de la importancia de estar lo más arriba posible en las torres, y utilizar los sistemas radiantes ubicados en las cotas más altas para llegar  al máximo de usuarios, y de las medidas reguladoras que impone la CMT.

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